Por mucho tiempo, Santa Brígida había deseado saber cuántos
latigazos había recibido Nuestro Señor en Su Pasión. Cierto día se
le apareció Jesucristo, diciéndole: “Recibí en Mi Cuerpo cinco
mil, cuatrocientos ochenta latigazos; son 5.475 azotes (recordemos
que fueron sesenta los verdugos quienes lo azotaron, quienes se
iban relevando. Pilato había prometido dejarlo libre después del
castigo y los judíos sobornaron a los verdugos para que resultara
muerto, pero Jesús no moría y seguían azotándolo y azotándolo. Por
ello se explica la cantidad de azotes que recibió y se podrán dar
cuenta en las condiciones deplorables en que llevó la Cruz). Si
queréis honrarlos en verdad, con alguna veneración, decid 15 veces
el Padre Nuestro; también 15 veces el Ave María, con las
siguientes oraciones, durante un año completo. Al terminar el año,
habréis venerado cada una de Mis Llagas”. (Nuestro Señor mismo le
dictó las oraciones a la santa.)
Nota: Posteriormente se le agregó el Gloria (a la Santísima
Trinidad).
LAS PROMESAS
El Crucificado prometió a Santa Brígida los siguientes
privilegios, con la condición de que ella fuera fiel a la diaria
recitación del Oficio Divino. Y se garantizaban también a todo
aquel que diga las oraciones devotamente cada día por el espacio
de un año, las siguientes promesas:
1.- Cualquiera que recite estas oraciones, obtendrá el grado
máximo de perfección.
2.- Quince días antes de su muerte, tendrá un conocimiento
perfecto de todos sus pecados y una contrición profunda de
ellos.
3.- Quince días antes de su muerte le daré mi precioso cuerpo a
fin de que escape del hambre eterna; le daré a beber de mi
preciosa sangre para que no permanezca sediento eternamente.
4.- Libraré del purgatorio a 15 miembros de su familia (algunas
pueden ser del pasado, otras del presente y también del futuro)
5.- Quince miembros de su familia serán confirmados y preservados
en gracia. (lo mismo)
6.- Quince miembros de su familia se convertirán. (lo mismo)
7.- Cualquiera que haya vivido en estado de pecado mortal por 30
años, pero si recita o tiene la intención de recitar estas
oraciones devotamente, Yo, el Señor le perdonaré todos sus
pecados.
8.- Si ha vivido haciendo su propia voluntad durante toda su vida
y está por morir (sin que la persona tenga el conocimiento que
está por morir próximamente), prolongaré su existencia para que se
confiese bien (confesión de vida)
9.- Obtendrá todo lo que pida a Dios y a la Santísima Virgen.
10.- En cualquier parte donde esté diciendo las oraciones, o donde
se digan, Dios estará presente con su gracia.
11.- Todo aquel que enseñe estas oraciones a los demás, ganará
incalculables méritos y su gloria será mayor en el Cielo.
12.- Por cada vez que se reciten estas oraciones, se ganarán 100
días de indulgencia.
13.- Será liberado de la muerte eterna. (no se condenará)
14.- Goza de la promesa de que será contado entre los
bienaventurados del cielo.
15.- Lo defenderé contra las tentaciones del mal.
16.- Preservaré y guardaré sus cinco sentidos.
17.- Lo preservaré de una muerte repentina.
18.- Yo colocaré mi cruz victoriosa ante él para que venza a sus
enemigos. (Satanás y sus huestes)
19.- Antes de su muerte vendré con mi amada Madre, la Santísima
Virgen Inmaculada.
20.- Lo recibiré muy complacido y lo conduciré a los gozos
eternos. Y habiéndolo llevado allí, le daré de beber de la fuente
de mi divinidad; cosa que no haré con los que no hayan recitado
Mis oraciones.
21.- Se le asegura que será colocado junto al Supremo Coro de los
Santo Ángeles.
Para que se cumplan las promesas, se deben rezar las 15 oraciones
(las quince oraciones) todos los días durante un año completo. No
se debe faltar. Si faltase por alguna vez, se perderán los
PRIVILEGIOS (aunque vayan terminando el mes doce, ¿se saltaron un
día? ¡No sirve! Tienen tiempo, en caso de olvido, después de las
12:00 de la noche, hasta la madrugada, antes del alba). Se debería
empezar de nuevo otra vez rezando las oraciones diariamente por el
año entero. Durante el año completo se rezan 5475 oraciones. Se
debe rezar con devoción, concentrando en las palabras que se
pronuncian. Las oraciones se rezan mentalmente, es decir se van
leyendo. Se rezan en forma individual; no son para ser rezadas en
comunidad, cada persona las debe rezar por separado.
El papa Pio IX declaró conocimiento de estas oraciones. De esta
manera, el Sumo Pontífice admitió la autenticidad de esta plegaria
para el bien de las almas; y firmó la aprobación el día 31 de mayo
de 1862.
Santa Brígida, te rogamos nos alcances del Señor, la perseverancia diaria para rezar estas oraciones por las Santas Llagas de Jesucristo. Tráenos de su Divina Misericordia el privilegio de meditarlas y su aprovechamiento espiritual. Intercede ante el Señor para que disfrutemos con gozo de las promesas que contienen, por mediación de Nuestra Santísima Madre. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Jesús mío!, ¡oh, Eterna Dulzura para los que te amamos!, ¡oh,
Gozo Supremo, que supera todo gozo y deseo!, ¡oh, Salvación y
Esperanza nuestra!, infinitas pruebas nos habéis dado de que
Vuestro mayor Deseo es estar siempre con nosotros, y fue este
Sublime Deseo, ¡oh, Bendito Amor!, el que Os llevó a asumir la
naturaleza humana. ¡Oh, Verbo Encarnado!, recordad aquella Santa
Pasión que abrazasteis por nosotros para cumplir el Divino Plan de
Reconciliación de Dios con su criatura. Recordad, Señor, Vuestra
Última Cena, cuando rodeado de Vuestros discípulos y después de
haberles lavado los pies, les disteis Vuestro Precioso Cuerpo y
Sangre. Recordad también cuando tuvisteis que consolarlos al
anunciarles Vuestra ya próxima Pasión.
Fue en el Huerto de los Olivos, ¡oh, Señor!, donde se
escenificaron los peores momentos de Vuestra Sagrada Pasión:
porque fuisteis invadido por la más infinita de las tristezas y
por la más dolorosa de las amarguras, que Os llevaron a exclamar,
lleno de Horror y de Angustia: "¡Mi Alma está triste hasta la
muerte!"... Tres Horas duró Vuestra Agonía en aquel jardín, y todo
el Miedo, Angustia y Dolor que padecisteis allí ¡fueron tan
grandes! que Os causaron sudar Sangre copiosamente. Aquello
escapaba a toda descripción, hasta tal punto que sufristeis más
allí que en el resto de Vuestra Pasión, porque ante Vuestros
Divinos Ojos desfilaron aquellas terribles visiones de los pecados
que se cometieron desde Adán y Eva hasta aquellos mismos
instantes, los pecados que se estaban cometiendo en aquellos
momentos por toda la faz de la Tierra y los que se cometerían en
el futuro, ¡siglos enteros!, hasta la consumación de los Tiempos.
Pero, ¡oh, Amor que todo lo vence!, a pesar de Vuestro Temor
humano, así contestasteis a Vuestro Padre: "¡No se haga mi
voluntad, sino la Tuya!" E inmediatamente Vuestro Padre envió a
aquel Precioso Ángel para confortaros. Tres veces orasteis, y al
final llegó Vuestro discípulo traidor, Judas. ¡Cuánto Os dolió
aquello!
Fuisteis arrestados por el pueblo de aquella nación que Vos mismo
habíais escogido y exaltado. Tres jueces Os juzgaron, falsos
testigos Os acusaron, cometiendo el acto más injusto de la
historia de la Humanidad, ¡condenando a muerte a su Autor y
Redentor!, ¡a Aquel que venía a regalarnos la Vida Eterna!
Y Os despojaron de Vuestras vestiduras y Os cubrieron los Ojos...
E inmediatamente aquellos soldados romanos comenzaron a
abofetearos y a llenaros de salivazos. Golpes llovieron contra
Vuestro Delicado Cuerpo, y Os retaban a que les dijerais quién era
el que Os lo hacía. De repente, aquella Corona de Espinas Os la
incrustaron, mutilando Vuestra Cabeza de mala manera, ¡rompiendo
Carne, Venas y Nervios! Y para completar la mofa a Vuestra
Condición de Rey, Os dieron un cetro: una vulgar caña que
colocaron en Vuestras Sagradas Manos.
¡Oh, Sublime Enamorado de nuestras almas!, recordad también cuando
Os ataron a la columna. ¡Cómo Os flageló aquella gente!... No
quedó lugar alguno en Vuestro Maravilloso Cuerpo que no quedara
destrozado bajo los golpes de los látigos. Otro cuerpo humano
hubiese muerto con menos golpes. La escena era terrible: ¡Huesos y
Costillas podían verse! ¡Cuánta furia desatada contra el
Hombre-Dios!
¡Oh, Jesús mío!, en memoria de aquellos crueles Tormentos que
padecisteis por nosotros antes de la Crucifixión, concededme,
antes de morir, un verdadero arrepentimiento de mis pecados, que
pueda satisfacer por ellos, haga una santa Confesión, Os reciba en
la Santísima Eucaristía y, así alimentada mi alma, pueda volar
hacia Vos.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, la verdadera libertad de los ángeles y paraíso de delicias! Acordaos del horror y la tristeza con que fuisteis oprimido, cuando Vuestros enemigos como leones furiosos, Os rodearon con miles de injurias: salivazos, bofetadas, laceraciones, arañazos y otros suplicios inauditos. Os atormentaron a su antojo. En consideración a estos tormentos y a las palabras injuriosas, Os suplico, ¡O mi Salvador, y Redentor! Que me libréis de todos mis enemigos visibles e invisibles y que, bajo Vuestra protección, hagáis que yo alcance la perfección de la salvación eterna. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Dueño de nuestra existencia!, Vos, que siendo el Creador del
Universo, del Cielo y de la Tierra, de ángeles y hombres, a quien
nada puede abarcar ni limitar, y que todo lo envolvéis y sostenéis
con Vuestro Amoroso Poder, sin embargo Os dejasteis matar por
Vuestra Obra Maestra, el Hombre, para justificarlo ante Vos mismo.
Recordad cada Dolor sufrido, cada Tormento soportado por nuestro
Amor, cuando los judíos con enormes clavos taladraron Vuestras
Sagradas Manos y Pies.
¡Qué espantosa escena se produjo cuando, con indescriptible
crueldad, Vuestro Cuerpo tuvo que ser estirado sobre la Cruz para
que Vuestras Manos y Pies llegaran hasta los agujeros previamente
abiertos en el madero! ¡Con cuánta furia agrandaron aquellas
Heridas! ¡Cómo agregaron dolor al Dolor cuando tuvieron que
estirar Vuestros Sagrados Miembros violentamente en todas
direcciones!, ¡oh, Varón de Dolores!
Recordad cuando Vuestros Músculos y Tendones eran estirados sin
misericordia, Vuestras Venas se rompían, Vuestra Piel Virginal se
desgarraba horriblemente y Vuestros Huesos eran dislocados.
¡Oh, Cordero Divino!, en memoria de todo lo ocurrido en la Colina
del Gólgota, Os ruego me concedáis la Gracia de amaros y honraros
cada día más y más. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Divino Mártir de Amor!, ¡oh, Médico Celestial!, que Os
dejasteis suspender en la Cruz para que por Vuestras Heridas, las
nuestras fueran curadas. Recordad cada una de aquellas Heridas y
la tremenda debilidad de Vuestros Miembros, que fueron distendidos
hasta tal punto que jamás ha habido dolor semejante al Vuestro.
Desde la Cabeza a los Pies erais todo Llaga, todo Dolor, todo
Sufrimiento; erais una masa rota y sanguinolenta. Y aun así
llegasteis, para sorpresa de Vuestros verdugos, a suplicar a
Vuestro Padre Eterno, Perdón para ellos diciéndole: ¡Padre,
perdónalos, porque no saben lo que hacen!
¡Oh, Cristo Bendito!, en memoria de esta gran Misericordia que
tuvisteis ya que muy bien pudisteis lanzar a todo aquel mundo
malvado a los abismos infernales con un solo Acto de Vuestra
Poderosa Voluntad, por aquella tan grande Misericordia que superó
a Vuestra Divina Justicia, concededme una contrición perfecta y la
remisión total de mis pecados, desde el primero hasta el último, y
que jamás vuelva a ofenderos. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, Espejo de Resplandor Eterno! Acordaos de la tristeza
aguda que habéis sentido al contemplar con anticipación, las almas
que habían de condenarse. A la luz de Vuestra Divinidad, habéis
vislumbrado la pre-destinación de aquellos que se salvarïan,
mediante los méritos de Vuestra Sagrada Pasión. Simultáneamente
habéis contemplado tristemente la inmensa multitud de réprobos que
serían condenados por sus pecados; y Os Habéis quejado amargamente
de esos desesperados, perdidos y desgraciados pecadores.
Por este abismo de compasión y piedad y principalmente por la
bondad que demostrasteis hacia el buen ladrón, diciéndole: "Hoy
estarás conmigo en el Paraíso.", hago esta súplica, Dulce Jesús.
Os pido que a la hora de mi muerte tengáis misericordia de mí.
Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, Rey infinitamente amado y deseado! Acordaos del dolor
que habéis sufrido, cuando, desnudo y como un criminal común y
corriente, fuisteis clavado y elevado en la Cruz.
También, fuisteis abandonado de todos Vuestros pari-entes y amigos
con la excepción de Vuestra muy amada Madre. En Vuestra agonía,
ella permaneció fiel junto a Vos; luego, la encomendasteis a
Vuestro fiel discípulo, Juan, diciendo a María: "¡Mujer he aquí tu
hijo!" Y a Juan: "¡He aquí tu madre!"
Os suplico, O mi Salvador, por la espada de dolor que entonces
traspasó el alma de Vuestra Santísima Madre, que tengáis compasión
de mí. Y en todas mis aflicciones y tribulaciones, tanto
corporales como espirituales, tened piedad de mí. Asistidme en
todas mis pruebas, y especialmente en la hora de mi muerte. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Rey de Reyes!, ¡Fuente de Compasión que jamás se agota!,
recordad cuando sentisteis aquella tremenda Sed por las almas, que
Os llevó a exclamar desde la Cruz: "¡Tengo Sed!" Sí, no solamente
teníais Sed física, sino Sed insaciable por la Salvación de la
Raza Humana.
Por este gesto de Amor por nosotros, Os ruego, ¡oh, Prisionero de
nuestro amor!, que inflaméis mi corazón con el deseo de tender
siempre hacia la perfección en todos mis actos, que extingáis en
mí la concupiscencia de la carne y los deseos de placeres
mundanos. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, constante Dulzura nuestra!, ¡oh, Deleite diario de nuestro espíritu!, por el sabor tan amargo de aquella hiel y vinagre que Os dieron a probar en lugar de agua, para aplacar Vuestra Sed física, Os suplico que aplaquéis mi sed por Vuestra Vivificadora Sangre y mi hambre por Vuestra Redentora Carne, ahora y siempre, y que no me falten en la Hora de mi muerte. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, Virtud Real y Gozo del alma! Acordaos del dolor que habéis sentido, sumergido en un océano de amargura, al acercarse la muerte. Insultado y ultrajado por los judïos, dijisteis en voz alta que habíais sido abandonado por Vuestro Padre Celestial, diciéndole: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?". Por ésta angustia, Os suplico, O mi Salvador, no me abandonéis en los terrores y dolores de mi muerte. Amén
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, Principio y Fin de todas las cosas, Sois la Vida y la Virtud plena! Acordaos que por causa nuestra fuisteis sumergido en un abismo de penas, sufriendo dolor desde la planta de los Pies hasta la cima de la Cabeza. En consideración a la enormidad de Vuestras Llagas, enseñadme a guardar con amor puro todos Vuestros Mandamientos; cuyo camino es amplio y agradable para todos aquellos que Os aman. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Jesús mío, Abismo Insondable de Misericordia!, Os ruego, en
memoria de Vuestras Heridas, las cuales penetraron hasta la Médula
de Vuestros Huesos y hasta lo más profundo de Vuestro Ser, ¡que me
apartéis para siempre del pecado!, ¡que no Os ofenda más!
Reconozco con bochorno que soy un miserable pecador y que Os he
ofendido ¡tantas veces! que temo que Vuestra Divina Justicia me
condene.
No obstante, acudo presuroso a Vuestra Misericordia Infinita para
que me escondáis urgentemente en Vuestras Preciosas Llagas. Y así,
ocultado de Vuestro indignado Rostro, pueda Vuestro Amante Corazón
una vez más lavar mis culpas con Vuestra Sangre Liberadora. De esa
forma, Redentor nuestro, Vuestro Enojo e Indignación cesarán de
inmediato. ¡Gracias, Señor! Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Jesús, Eterna Verdad, Símbolo de la Perfecta Caridad y de la
Unidad!, Os suplico que Os acordéis de aquella multitud de
laceraciones, de aquellas horribles Heridas que Os hicimos la
Humanidad pecadora que queríais salvar. Estabais hecho un guiñapo
humano, enrojecido por Vuestra propia Sangre. ¡Qué inmenso e
intenso Dolor padecisteis en Vuestra Carne Virginal por Amor a
nosotros!, ¡oh, Dulzura Infinita! ¿Qué podéis hacer que no hayáis
ya hecho por nosotros? Nada falta, todo lo habéis cumplido.
Ayudadme, ¡oh, Señor!, a tener siempre presente ante los ojos de
mi espíritu un fiel recuerdo de Vuestra Pasión, para que el Fruto
de Vuestros Sufrimientos se vea continuamente renovado en mi alma
y para que Vuestro Amor se agrande en cada momento más y más en mi
corazón, hasta que llegue aquel Feliz Día en que Os vea en el
Cielo y sea Uno con Vos, que sois el Tesoro y Suma Total de todo
gozo y bondad. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, fuerte León, Rey inmortal e invencible! Acordaos del
inmenso dolor que habéis sufrido cuando, agotadas todas Vuestras
fuerzas, tanto morales como físicas, inclinasteis la Cabeza y
dijisteis: "Todo está consumado."
Por esta angustia y dolor, Os suplico, Señor Jesús, que tengáis
piedad de mí en la hora de mi muerte cuando mi mente estará
tremendamente perturbada y mi alma sumergida en angustia. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡O Jesús, único Hijo del Padre Celestial, esplendor y semejanza de Su Esencia! Acordaos de la sencilla y humilde recomendación que hicisteis de Vuestra Alma, a Vuestro Padre Eterno, diciéndole: "¡Padre, en Tus Manos encomiendo Mi Espíritu!" Desgarrado Vuestro Cuerpo, destrozado Vuestro Corazón, y abiertas las Entrañas de Vuestra misericordia para redimirnos, habéis expirado. Por Vuestra Preciosa Muerte, Os suplico, O Rey de los santos, confortadme para resistir al demonio, la carne y al mundo. A fin de que, estando muerto al mundo, viva yo solamente para Vos. Y a la hora de mi muerte, recibid mi alma peregrina y desterrada que regresa a Vos. Amén.
Padre Nuestro, Avemaría, Gloria
¡Oh, Vencedor de la Muerte!, ¡Vid Verdadera y Fructífera!,
recordad aquel torrente de Sangre que brotó de cada Parte de
Vuestro Bendito Cuerpo, igual que la uva exprimida en el lagar.
Desde el lugar de la Flagelación y a través de las calles de
Jerusalén, por toda aquella Vía Dolorosa hasta la Colina Sagrada,
Vuestra Sangre derramada escribía las Bellas Páginas de la
Historia del Corazón que más nos ama... ¡El Vuestro! Recordad cómo
la Tierra, agradecida pero a la vez espantada, recibía Vuestra
Preciosa Sangre. Toda la Naturaleza, de horror temblaba, y los
cielos se estremecían; los Ángeles y hasta los demonios se
sorprendían ante ¡aquella increíble escena! ¡Todo un Dios moría!
¿Qué era aquello? ¿Qué sucedía? Aquel primer Viernes Santo, ¡oh,
Jesús!, ¡abríais el Cielo para la Humanidad pecadora!
Por tres largas Horas Vuestro Cuerpo colgó de la Cruz.
Presentabais un aspecto doliente, triste, todo lleno de Dolor.
Vuestra Sangre: aún manando, recorriendo aquella que ya se había
secado, que ya se había coagulado. Y a todo esto se adhirió el
polvo y la tierra del camino.... Qué tristeza y dolor padecieron
María y Juan al contemplar Vuestros Cabellos y Barbas, que ahora
daban la impresión de que estaban compuestos de alambres, llenos
de Sangre y de tierra. Vuestros Oídos y Nariz, tupidos estaban de
Sangre. ¡Hasta Vuestros Ojos y Boca sangraban! En verdad que todos
Vuestros Sentidos fueron atrozmente atormentados.
Así inclinasteis la Cabeza y entregasteis Vuestro Espíritu....
Entonces vino Longinos y perforó Vuestro Costado, con tanta
violencia que la punta de la lanza casi sale por el otro Costado.
Vuestro Corazón, Os lo desgarraron, ¡oh, Jesús!, ese Corazón que
¡tanto nos ama! Y de allí brotó Sangre y Agua, hasta no quedar en
Vuestro Cuerpo gota alguna. Vuestro Cuerpo era cual bulto colgado,
como un haz de mirra elevado en lo alto de la Cruz. La muy fina y
delicada Carne Vuestra fue destrozada, la Sustancia de Vuestro
Cuerpo fue marchitada, y disecada la Médula de Vuestros Huesos.
Fue entonces que el Sol y las estrellas negaron su luz, hubo
terremotos, y la Naturaleza y los Elementos dieron amplio
testimonio de que Aquel que negaron ¡era el Hijo de Dios!
Por esta Amarga Pasión y por la Efusión de Vuestra Divina Sangre,
Os suplico, ¡oh, Dulcísimo Jesús!, que recibáis mi alma cuando
esté sufriendo en la agonía de mi muerte.
¡O Dulce Jesús! Herid mi corazón a fin de que mis lágrimas de amor y penitencia me sirvan de pan, día y noche. Convertidme enteramente, O mi Señor para ti. Haced que mi corazón sea Vuestra Habitación perpetua. V que mi conversación Os sea agradable. Que el fin de mi vida sea digna de oración y que después de mi muerte pueda merecer Vuestro Paraíso; y alabaos para siempre en el Cielo con todos Vuestros santos. Amén